La sucesión es la siguiente: conoces a alguien, si el sexo es mínimamente decente comienza el desastre (*), primero te gusta mucho, más tarde quizá te enamoras; algo sale mal, algo siempre sale mal, te cansas, se cansa, no es lo suficientemente inteligente, eres demasiado compleja – y complicada -, cuando ambas opciones no son mutuamente excluyentes; te desenamoras, y empieza el dolor, el dolor más egoísta del mundo, el del tiempo perdido, el del tiempo echado a perder. Sabes que estarás bien, que conocerás a alguien, sabes que añorar imposibles sólo lleva a la más infructuosa de las melancolías. Conoces a alguien y, si el sexo es mínimamente decente, echas una vez más la vista atrás y dices, piensas, respiras: pero por qué.
Y vuelta a empezar. Una y otra vez.
En serio, es ya un ruego.
Que alguien procure convencernos de que esto no es una absoluta y soberana mierda.
(*) La Costa Brava – Desastre
Somos máquinas que no entendemos,
que se enamoran cada cierto tiempo.