«La primera vez que vi a Calamaro fue a mis 18 años, en Madrid. Fui con el chico que me gustaba. Cómo me gustaba. Y el concierto fue genial, de los mejores de mi vida. Era Andrés, y era la primera vez que le veía. Pero sobre todas las cosas, siempre recordaré cómo se me partió el corazón en ochenta millones de trozos cuando, y mientras, sonó ‘Te Quiero Igual’.»
«¿Por qué?»
«Porque le busqué con la mirada, y ahí estaba él, besando a su novia.»
«Y allí estabas tú.»
«Allí estaba. Y además, durante esa gira [El Regreso] Calamaro recitaba un poema, precioso poema, que decía que “el día que me quieras no habrá más que armonía, endulzará sus cuerdas el pájaro cantor; florecerá la vida, y no existirá el dolor”.»
«Y allí estabas tú.»
«Sí, allí estaba. Con aquel chico que me gustaba de verdad. Y mientras sonaba ‘Te Quiero Igual’, a mi derecha él besaba a su recién estrenada novia.»
«Pero él sabía que te gustaba.»
«Sí, él lo sabía.»
«¿Y por qué hizo eso?»
«Supongo que pensó que ya no me afectaría, que ya había dejado de gustarme. Pero a mí me rompió el corazón.»
«Pues, más o menos lo que ha pasado ahora, siete años después. (Tu) entonces sigue siendo (tu) ahora.»
«Supongo. Pero lo cierto es que algunos seguimos necesitando ciertas drogas. Destructivas, adictivas, tan descorazonadoras y atrayentes. Las elegimos sin querer y las necesitamos para pagar la cuenta del incendio. O, al menos, eso es lo que diría Andrés.»
Ya sé que te lo he dicho en varias ocasiones, así que me gustaría completar este post diciendo: “I am not the girl you taking home, I keep dancing on my own”
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